¿Partida o contrapartida? El truco del poder

30 mayo, 2022
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Esta pregunta me surgió a raíz de una presentación donde un grupo de donantes explicaba los impactos que habían tenido sus pequeñas donaciones en los grupos beneficiarios, pero no se hablaba de cuanto había impactado en los donantes las contribuciones de sus beneficiarios ni de cuanto ellos habían contribuido al desarrollo de los proyectos.

En el mundo de la filantropía, las fundaciones donantes y los fondos -en su variedad-son un actor fundamental. Ellas poseen el dinero para donar (siempre suele repetirse  que el dinero da poder), definen las pautas y temas para los que quieren que vayan sus donaciones, escogen las áreas geográficas en las cuales lo harán, lanzan las convocatorias con puntillosos detalles de cómo presentarlas -incluyendo los presupuestos-, informan sobre los procesos de evaluación y rendición de cuentas, adjuntan una serie de cláusulas morales y políticas de estricto cumplimiento y, finalmente, exigen los detalles de la “contrapartida”, es decir, cuales son los aportes en efectivo y en especie que los futuros potenciales beneficiarios de las donaciones deberán contribuir.

Este último es el motivo de esta nota. Y mi primera pregunta es: ¿se trata de una contrapartida o es una partida? 

Generalmente, y más aún en las fundaciones y fondos progresistas que tratan de llegar a los grupos comunitarios más excluidos, los beneficiarios, sus familias y sus antepasados llevan decenas, sino centenas, de años desarrollando estrategias de supervivencia y desarrollo en las condiciones más hostiles y adversas. Gracias a ello, han logrado quedarse en sus tierras aunque no posean títulos de propiedad, en sus selvas aunque avancen sin tregua los procesos de desmonte, en sus pueblos abandonados por el estado. Las mujeres, en particular, han sufrido abusos ancestrales, han sido víctimas de la violencia de género, y aun así están en pie de lucha por sus derechos de manera cada vez más masiva y construyendo desde abajo su “buen vivir”. Esa capacidad, que muchos llaman de resiliencia, o bien de resistencia, significa un enorme capital social acumulado, muchas veces a costa de grandes sufrimientos, de luchas y de muertes. Y es precisamente esa capacidad y ese capital que es el punto de “partida” para cualquier iniciativa de desarrollo.

Imaginemos por un momento que el presupuesto de un proyecto y una propuesta de financiamiento a una fundación internacional se presentara así:

Rubro Partida en US$ (OSC local) Contrapartida (fundación internacional) en US$
Conocimiento del territorio (30 años) 200.000 100
Participación de actores sociales locales (tiempo de conversaciones, negociaciones, visitas, reuniones) 150.000 0
Recursos humanos (activistas, voluntarios, liderazgos, capacitadores) 300.000 30.000 (pago de algún salario)
Materiales y equipamiento (salas de reunión, casas propias, bicicletas, motos, celulares, etc.) 100.000 10.000 (aporte para una computadora, una impresora)
Administración 40.000 10.000
Viajes (en vehículos propios, en caminatas, en carros, etc.) 40.000 5.000
Total 830.000 55.100

 

En este caso, como en tantos otros, la contrapartida sería muy inferior a la “partida”, pero seguramente se agradecería enormemente la donación de $ 55.100, pero no es escucharía lo contrario. Por ello, cuando los donantes exigen que sus beneficiarios aporten “contrapartidas” están en cierta forma subvirtiendo los procesos históricos y construyendo una narrativa errónea. La contrapartida es de los donantes y no de los donatarios. El poseer recursos financieros para donar, y por lo tanto “poder”, no debe ser una justificación que impida tener una visión más humilde y respetuosa sobre las relaciones de cooperación. Sus recursos son solo una pequeña ayuda al gigantesco esfuerzo y aporte que realizan diariamente las comunidades. Ellas son el punto de “partida”. Sin ella, no hay proyecto de desarrollo posible.

Por Andrés Thompson, asesor sénior ELLAS-Mujeres y Filantropía

https://www.ellasfilantropia.org/